Quien habla solo espera
hablar a Dios un día....
Antonio Machado
Una casa en el campo....de piedra. Un paisaje otoñal, soleado. Algunas lomas sembradas de tréboles. Al final de la casa un banco, también de piedra. Un anciano sentado. Me recuerda a alguien. Ya sé, es igual a la figura del pesebre de cuando era niña...Aquél hombre fumando su pipa, apoyado en un tronco, con el perro al lado.
Conversa con...nadie. Pero sus gestos, sus palabras, parecen tan entusiastas, que uno llega, si no a ver, a imaginarse a su interlocutor. Al parecer, hablan de una oveja...no discuten, pero ...casi. Es una tontería perder el tiempo en eso, por más importante que sea para ellos...
El lugar es hermoso, el día perfecto...un pequeño paraíso.
De pronto, una fuerza me arrastra. Es algo que surge como un rio de lava en mi interior. Sin poder hacer nada...me va alejando del lugar...
Me resisto. Intento asirme de lo que pasa rápidamente a mi alrededor. No logro parar la carrera. Me tiro al suelo. Araño la tierra. Pero no hay forma.
De pronto, decido que no quiero irme. Que ése lugar, es mi lugar....
Grito tan fuerte como puedo. Un grito largo y furioso.
Ahora estoy nuevamente a unos pasos del anciano. Ya no habla. Se vuelve hacia su compañero imaginario. Luego me mira, y dice...Tenía razón él, me dijo que usted...volvería.