
La casa había estado cerrada por muchos años. Estaba llena de muebles de todo tipo, oscura, con sus ventanas tapiadas, y...debo decirlo, muy sucia. Cortinas cubiertas de polvo, basura en los rincones, pero algunos trastos de la cocina parecían no haber sido tocados. Como si su vieja dueña los hubiera estado usando antes de salir.
En realidad, no había salido. La única sobrina que la visitaba cada tanto, la encontró muerta en el piso del baño, junto a una escalera en la que se había trepado para colgar una cortina...una más de las muchas que vestían, malamente, el lugar.
Desde entonces, según me contaron los vecinos, nadie volvió a entrar.
Reconozco que me sentí abrumada con lo que veía. Compramos la casa en sucesión y cuando el abogado nos llevó a verla, pusimos más atención en ver el estado de las paredes , la humedad o el deterioro y sus posibilidades de arreglo, que en los bártulos que allí se amontonaban.
Cuando al fin concretamos la compra y nos dieron la llave, fue cuando caí en la realidad.
Había tantos muebles por todos lados...que apenas se podía caminar. La sobrina se había llevado algunas cosas que supongo serían más valiosas a sus ojos y lo demás quedó como estaba. Solo entraba un rayo de luz por la única ventana de la cocina que no estaba cubierta. Ya era tarde y decidí volver al otro día, ya que no había servicio eléctrico en la casa.
Al día siguiente, y después de arrancar cortinas y sacar maderas y muebles que tapaban las ventanas, limpié una silla y me senté desalentada. No sabía por donde empezar.
Supuse que lo primero era ir tirando todo lo que se pudiera mover, la basura, por supuesto e investigar que había y como sacarlo del medio.
Mi cabeza se llenó de supuestas historias de cada cosa. No conocía a la anciana, ni siquiera a su sobrina, por que esta había fallecido un año antes. Lo poco que sabían los vecinos era que vivía sola, que tenía 82 años y que no salía de su casa, pero tenía su puerta abierta, se sentaba detrás de ella y saludaba a los vecinos que pasaban. A veces les pedía que le compraran algo, pan o leche, por lo general. Era viuda y no tenía más parientes que la mencionada sobrina.
Comencé a sentir afecto por esa pobre mujer que pasaba su vejez en tan triste soledad. Sobre una repisa, encontré una foto de dos ancianos que supuse eran ella y su marido, pensé en ponerles una flor como homenaje a su memoria y antes de ir a comprarla, busqué por todos lados algún florero.
Al llegar a la habitación que supuse era la de ellos, por los muebles y pertenencias en el ropero, y mirar alrededor, me quedé paralizada. Sobre la mesa de luz de la derecha en un vaso alto, había una rosa roja. Hermosa y como recién cortada.
No me animaba a tocarla. Cuando reaccioné y me acerqué....no quedaron dudas. La rosa y el agua del vaso...estaban en perfecto estado. Nadie había entrado, salvo yo, en 8 años.
Hasta hoy, no resolví este misterio. Pero la rosa, aún cuando la toqué, no se deshizo y duró, a pesar de la luz y el aire...una semana más.